Resumen de Don Quijote: primera parte, prólogo, capítulo 1

En un lugar de la Mancha
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En el prólogoCervantes se dirige en primera persona a un "desocupado lector" y confiesa que no es el "padre" sino el "padrastro" de la obra.

Expresa su preocupación por la falta de erudición en su prólogo, caracerística tan frecuente en los libros de caballerías, sea en forma de sonentos de personas importantes, sentencias de filósofos, epigramas o elogios. Se frustra tanto que le dice a un amigo que está considerando no terminar el libro. Para burlarse de esa pedantesca erudición, su amigo le dice que sabe el truco de esos libros y que no es nada más que inventar sonetos, elogios y frases en latín, y atribuirlos a personajes legendarios.

Este amigo también critica los libros de caballerías y le da este consejo a Cervantes:

Y, pues, esta vuestra escritura no mira a más que deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colgadas, salga vuestra oración y periodo sonoro y festivo [...] llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si estos alcanzásedes, no habríades alcanzado poco.

Al prólogo le siguen los versos preliminares que consisten en su mayoría en sonetos y décimas con versos de cabo roto. No se sabe con certeza si Cervantes escribió estos versos. Por incongruencias entre dichos versos y la novela, algunos críticos creen que amigos de Cervantes los escribieron como elogios preliminares a su obra, una costumbre común en esta época.

Capítulo 1

"Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha"

La narración comienza con esas famosas palabras:

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antgiua, rocín flaco y galgo corredor.

Presenta a un hidalgo de unos 50 años, soltero y sin hijos, quien se llama Alonso Quijada o Quesada o Quejana. El narrador atribuye esta ambigüedad a otros autores: "que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamba Quejana", pero Cervantes aún no entra en detalle para explicar quiénes son estos otros autores.

El narrador nos cuenta que el hidalgo se obsesionó con los libros de caballerías de tal manera que hasta vendió algunas de sus tierras para comprar aún más libros de este género. Cervantes aprovecha esta parte de la historia para parodiar el lenguaje de los libros de caballería:

. . . ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: . . .los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.

Además de Feliciano de Silva, se mencionan otros libros de caballerías y sus protagonistas, como Amadís de Gaula y Palmerín de Inglaterra. Pero por leer tantos libros de caballerías, el hidalgo pierde el juicio y decide hacerse caballero andante "para el aumento de su honra y para el servicio de su república".

Por ende, busca y limpia las armas que eran de su bisabuelo, pero no tiene celada de encaje (pieza de armadura para proteger la cabeza y el rostro), sólo un casco, así que decide agregarle cartón. Cuando prueba su celada mal hecha con la espada, para ver qué tan resistente es, la hace pedazos.

Vuelve a agregar el cartón a la celada, pero esta vez le pone unas barras de hierro y no la vuelve a probar. (De lo contrario, no sólo destruiría en toda probabilidad la celada, sino también la ilusión). A su caballo esquelético le pone un nuevo nombre, Rocinante, y decide llamar a sí mismo, tras ocho días de contemplación, don Quijote. Luego recuerda que Amadís de Gaula no se contentó con llamarse Amadís a secas, por lo que agrega "de la Mancha".

Sólo le falta una dama de quien enamorarse. Elige a Aldonza Lorenzo, una labradora quien vivía cerca, y decide llamarla Dulcinea del Toboso, pero no se entera que ya es la dama de don Quijote ni que tiene otro nombre.