Resumen de Don Quijote: primera parte, capítulo 29

"Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo"

Cuando Dorotea termina de contar su historia, Cardenio le pregunta: "En fin, señora, ¿qué tú eres la hermosa Dorotea, la hija única del rico Clenardo?". Dorotea se sorpende al escuchar a Cardenio mencionar a su padre y entonces el joven le revela que es el hombre con quien se iba a casar Luscinda. Le cuenta su historia y concluye: "Porque, presupuesto que Luscinda no puede casarse con don Fernando, por ser mía, ni don Fernando con ella, por ser vuestro, y haberlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro...".

Llega Sancho y les dice que encontró a don Quijote casi desnudo, flaco, amarillo y muerto de hambre, y que le dijo que no quería ver a Dulcinea hasta haber realizado grandes hazañas que le harían digno de su gracia. El cura les cuenta a Dorotea y a Cardenio lo que habían planeado para sacar a don Quijote de la montaña y Dorotea se ofrece para hacer el papel de la doncella menesterosa, ya que lo haría mejor que el barbero. Dorotea se pone un vestido de tela fina y joyas que llevaba consigo, y todos admiran su belleza al verla vestida de gran señora, sobretodo Sancho. Cuando el escudero la ve, le pregunta al cura quién es y le responde que es la princesa Micomicona, quien busca a don Quijote para que le ayude a vengarse de un gigante. Sancho le pide al cura que le convenza a don Quijote a casarse con la princesa Micomicona para que no le den ganas de ser arzobispo "porque yo soy inútil para la Iglesia", dice. El cura le responde que hará lo que pueda y se da cuenta de que Sancho también cree en toda esta fantasía.

Dorotea, montada en la mula del cura, y el barbero, disfrazado con una barba positiza hecha de la cola del buey, le piden a Sancho que los lleve a don Quijote, mientras que el cura y Cardenio se quedan atrás. Al llegar, Dorotea se apea de la mula, se pone de rodillas delante de don Quijote y le dice: "De aquí no me levantaré, ¡oh valeroso y esforazado caballero, fasta que la vuestra bondad y cortesía me ortogue un don. . .". Le pide que le ayude a vengarse de un traidor que le usurpó el reino, y don Quijote promete defenderla, tras lo que se pone las armas, se sube en Rocinante y se alista para salir de la sierra.

Sancho está feliz porque cree que ahora su amo se casará con la princesa y llegará a ser el rey de Micomicón, como mínimo. Pero el escudero piensa que es una tierra africana por lo que comienza a preguntarse si todos sus vasallos serán negros y se le ocurre que podría traerlos a España y venderlos por tanto dinero que podría pasar el resto de su vida descansando.

Mientras tanto, el cura le corta la barba a Cardenio y le da algunas de sus prendas de ropa para que don Quijote no lo reconozca. Cuando el cura y Cardenio se encuentran con don Quijote, el cura le saluda con los brazos abiertos y lo llama "don Quijote de la Mancha", en vez de Alonso Quijano, su nombre verdadero. Mientras debaten si el cura debe ir a pie o no, el barbero se caye de la mula y como consecuencia se le cae la barba postiza y tiene que taparse la cara con las manos para no ser reconocido. El cura acude en su ayuda y le vuelve a poner la barba rápidamente, murmurando unas palabras que dice que son una suerte de ensalmo. Don Quijote queda muy impresionado y piensa que es un milagro, por lo que le pide al cura que le enseñe ese ensalmo, ya que debe de tener más aplicaciones que la de pegar barbas. El cura promete enseñárselo.

Tras este espisodio, don Quijote le pregunta al cura qué motivo le ha traído a esas partes sin criados y con tan pocas cosas. El cura le explica que él y el barbero, el maese Nicolás, se dirigían a Sevilla cuando les robaron en el camino, quitándoles todo, hasta las barbas, y por eso el barbero tuvo que ponerse una falsa. Además, agrega que los ladrones fueron nada más y nada menos que unos galeotes que alguien había liberado: "Y es lo bueno que es pública fama por todos estos contornos que los que nos saltearon son de unos galeotes que dicen que libertó, casi en este mesmo sitio, un hombre tan valiente que, a pesar del comisario y de las guardas, los soltó a todos; y, sin duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún hombre sin alma y sin conciencia . . .".

Previamente, Sancho le había contado la historia de los galeotes al cura y ahora el cura la menciona para ver cómo reacciona don Quijote. El caballero se pone pálido y no admite que fue él quien los puso en libertad.

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