Ejemplo de texto en prosa

Estudiando fragmentos de obras literarias en prosa

Mujer relajante con libro
MStudioImages/Getty Images

La prosa es la forma natural en que se expresa el lenguaje. El concepto se usa más en el sentido para diferenciarlo de otros tipo de textos, como la poesía, el cual está sujeta a un proceso de versificación y estilo.

Por ejemplo, un texto narrativo como un cuento está escrito en prosa, a diferencia de un poema.

A continuación, se presentan extractos de diversas obras literarias escritas en prosa.

Texto en prosa N° 1: Al anocher. Emilia Pardo Bazán

En la vereda solitaria se encontraron a la puesta del sol los dos hombres del pueblo. Venían en contrarias direcciones. El uno regresaba de dar una ojeada a sus viñas, que empezaban a brotar; el otro había asistido, más bien curioso, al suplicio de cierto Yesúa de Nazaret, y bajaba de la montañuela para entrar en la ciudad antes que los portones y cadenas se cerrasen.

Texto en prosa N° 2: Grandes esperanzas. Charles Dickens

Había mucha escarcha y la humedad era grande. Antes de salir pude ver la humedad condensada en la parte exterior de mi ventanita, como si allí hubiese estado llorando un trasgo durante toda la noche usando la ventana a guisa de pañuelo. Ahora veía la niebla posada sobre los matorrales y sobre la hierba, como telarañas mucho más gruesas que las corrientes, colgando de una rama a otra o desde las matas hasta el suelo. La humedad se había posado sobre las puertas y sobre las cercas, y era tan espesa la niebla en los marjales, que el poste indicador de nuestra aldea, poste que no servía para nada porque nadie iba por allí, fue invisible para mí hasta que estuve casi debajo. Luego, mientras lo miré gotear, a mi conciencia oprimida le pareció un fantasma que me iba a entregar a los Pontones.

Texto en prosa N° 3: Mi entierro. Leopoldo Alas

Una noche me descuidé más de lo que manda la razón jugando al ajedrez con mi amigo Roque Tuyo en el café de San Benito. Cuando volví a casa estaban apagados los faroles, menos los guías. Era en primavera, cerca ya de Junio. Hacía calor, y refrescaba más el espíritu que el cuerpo el grato murmullo del agua, que corría libre por las bocas de riego, formando ríos en las aceras. Llegué a casa encharcado. Llevaba la cabeza hecha un horno y aquella humedad en los pies podía hacerme mucho daño; podía volverme loco, por ejemplo. Entre el ajedrez y la humedad hacíanme padecer no poco. Por lo pronto, los polizontes que, cruzados de brazos, dormían en las esquinas, apoyados en la puerta cochera de alguna casa grande, ya me parecían las torres negras

Texto en prosa N° 4: A todo honor. Felipe Trigo

A la siguiente noche volvió el joven ingeniero al Casino y vio nuevamente al que jugaba miles de pesetas, sonriendo, y al otro que pelaba las bellotas. Sólo que éste, siempre con religiosa atención, pelaba las bellotas viendo jugar, de pie, junto a la mesa de la banca. El calvo de las venas gordas las tenía más hinchadas que otras veces.
Luis fue a la Plazuela. Le daba prisa un afán: el de encontrar el recreo de la cantante. Y respiró, en cuanto dobló la esquina del convento. El balcón estaba entreabierto, como anoche, y sonando el piano.
La delicia hacíale olvidarse de fumar. Unos ratos paseaba, otros se paraba -siempre cerca de la verja. La dama, la niña, la rubia, la soltera... ¡lo que fuese! cantaba con bríos y sutilezas desgarradas de pasión que volaban temblando por la noche y por el alma lo mismo que espadas de cristal... lo mismo que puñales encendidos...
Si esta mujer tenía por hábito distraerse a estas horas de tal modo, él, el aburrido forastero, estaba salvado plenamente. Vendría a oírla, basta las once, hasta las doce.